Blog-queados en Beijing

Abandonamos Ulan Bator en un antiguo tren mongol que realiza la ruta nocturna hasta Erlian, el primer pueblo chino tras la frontera.
Ya estamos en China, todo está invadido de bicicletas y ciclomotores, desaparecidos en Ulan Bator. Aquí, cruzar una calle es misión casi imposible. Tenemos que estar muy atentos porque no se respetan los pasos de peatones ni los semáforos y no tienen problemas en circular en dirección contraria, con lo que no se sabe dónde mirar y cuándo cruzar. Para colmo, las motos son eléctricas y no hacen ruido, así que las ves cuando pegan un frenazo a un centímetro de tus piernas tocando el claxon desesperadamente. Lo del claxon es tema aparte, todos lo tocan de manera mecánica cada pocos segundos, haya o no motivo, y aunque produce dolor de cabeza, por lo menos los ves venir.
Tenemos que pasar unas cuantas horas en Erlian, así que lo primero es probar la auténtica comida china. Y la primera no decepciona.

Ternera con huevo y verduritas.
Siempre habíamos oído que cuando viajas a China descubres que la comida es completamente diferente a la que se puede probar en un restaurante chino europeo. A nosotros, de momento, no nos parece tan distinta.
Por la tarde cogemos un curioso sleeping bus con destino Beijing. Se trata de un autocar, enmoquetado en rojo pasión, cuyo interior está compuesto por tres largas filas de literas. Al entrar es necesario quitarse los zapatos, lo que provoca que el ambiente sea irrespirable.
Al anochecer, cuando todos dormimos, el conductor nos despierta a gritos indicando que bajemos del vehículo. No entendemos nada porque, en teoría, debíamos llegar a las 7 de la mañana, y sólo son las 3, pero nos asegura que estamos en Beijing.
Todos bajan del bus y rápidamente desaparecen. De repente nos encontramos solos, en mitad de la noche, en un descampado oscuro de algún suburbio de una ciudad que, supuestamente, es Beijing.
No tenemos ni idea de hacia dónde ir. No conseguimos identificar el lugar donde nos encontramos en ningún mapa, las calles están desiertas y con las pocas personas que nos cruzamos no conseguimos entendernos. El resto son taxistas ilegales que pretenden estafarnos y no quieren indicarnos.
Con este panorama, decidimos caminar en busca de alguna estación de metro. Tomamos la dirección que nos indica una barrendera a la que no sabemos muy bien qué le hemos preguntado, en nuestro chino de Lonely Planet, ni qué habrá entendido ella. Tras media hora caminando empezamos a desanimarnos. Un vendedor callejero de comida rápida, que ha empezado a montar su parada temprano, nos indica la misma dirección. Tras otra media hora y con la sensación de estar absolutamente perdidos, intentamos preguntar en un enorme y lujoso hotel. Al atravesar la puerta giratoria, el portero ni se despierta, y la recepcionista tan sólo es capaz de abrir un ojo y no está por la labor de hacer lo propio con el otro. Intento inútil. Al poco, empiezan a aparecer bicitaxistas que no paran de agobiarnos para que subamos en sus rudimentarios vehículos, pero acabamos de llegar a la ciudad y desconocemos el precio real de la carrera, así que probablemente intenten  engañarnos. No nos quieren ayudar.
Súbitamente, sobre las 4 de la madrugada, la ciudad se despierta. Empieza a aparecer gente por todas partes. Parece que su jornada da comienzo muy temprano.
Milagrosamente damos con  una señora que, muy amablemente, se toma la molestia de mirar el GPS de su teléfono. Por fin llegamos al metro. Acabamos de descubrir que las distancias en esta ciudad son enormes.
Al llegar al hostel nos encontramos casualmente con Brett, el australiano con el que viajamos por Mongolia. Más tarde nos ponemos en contacto con nuestros compis italianos, Mauro y Chiara. Al poco estamos todos juntos de nuevo, ahora caminando sobre la Plaza de Tiananmen. Es el tercer país consecutivo en el que nos vemos.
La famosa Plaza de Tiananmen está situada en el corazón de la ciudad y es el espacio público más grande del mundo. Aquí, el presidente Mao presenciaba desfiles militares de más de un millón de personas. En un extremo se halla su mausoleo, cuyo cuerpo momificado puede visitarse, igual que el de Lenin en la Plaza Roja. Parece ser que por la noche lo introducen en una nevera. Curiosa costumbre comunista la de momificar a sus líderes para que el pueblo continúe sintiendo su presencia. Es verdaderamente siniestra.
Esta plaza es mundialmente conocida por las famosas imágenes que hemos visto multitud de veces en televisión en las que tanques y soldados dispersan a la gente que se manifestaba en favor de la democracia en 1989. Especialmente recordada es la imagen en la que un estudiante se planta ante un tanque. Ese día no murió nadie en la plaza, pero a pocos quilómetros se llevo a cabo una gran masacre.
En el otro extremo de la plaza se halla la Puerta de la Paz Celestial, de paradójico nombre. Desde ella, Mao proclamó la República popular de China el 1 de octubre de 1949, y sobre ella reposa actualmente un enorme retrato del dictador. Todo es grande, monumentalista y está plagado de banderas rojas. Lo cierto es que cumple con creces con su función de persuadir.




El espíritu patriótico empieza a gestarse
a edades tempranas
Tras la Puerta de la Paz Celestial se encuentra la Ciudad Prohibida, un grandioso complejo palaciego constituido por edificios antiguos muy bien conservados en los que vivieron dos dinastías de emperadores, los Ming y los Qing.


Beijing es enorme, interesante y muy barata. El hostel nos cuesta 5 euros por noche en dormitorio compartido, y comer, unos dos euros por persona. Su oferta cultural y de ocio es espectacular, así que decidimos reservarnos unos cuantos días y tomárnoslo con calma. No queremos perdernos nada y tenemos todo el tiempo del mundo. Además, las opciones gastronómicas son infinitas y deliciosas, y eso hay que disfrutarlo.
La ciudad es muy segura y se encuentra muy bien comunicada por transporte público. Especialmente fácil es moverse en metro que, a pesar de tener más de quince líneas, es muy sencillo. Otra forma fácil y divertida de recorrer la ciudad es alquilando una bici. Hay enormes carriles habilitados en casi todas las calles, pero se debe ir con mil ojos, ya que el tráfico es abrumador. Así pues, tratamos de movernos mucho y no perder el tiempo. 
Aquí nos sentimos como estrellas de cine, somos objetivo constante de cantidad de gente que nos detiene en la calle para sacarse una foto con nosotros. Verdaderamente sorprendente, pero no más que los lavabos públicos, en la mayoría de los cuales la gente realiza sus necesidades sin puertas y sin pudor. Se acaba uno acostumbrando. 
También choca, al principio, la costumbre que tienen muchísimos chinos de escupir constantemente en el suelo después de emitir un exagerado y desagradable sonido gutural para poder sacar hasta lo peor de sí mismos. Asqueroso, pero también te acostumbras.
A lo que es más difícil acostumbrarse es al regateo constante, y no sólo en los mercados. Es curioso que aquí se puede regatear en los lugares más inverosímiles, como restaurantes y hoteles. Extraño para nosotros, como el hecho de que los niños pequeños no lleven pañal, si no una abertura en la parte trasera del pantalón que les hace correr todo el día con el culo al aire, pero es muy práctico y, sobretodo, barato.



Al margen de las visitas de rigor a los principales puntos de interés turístico, tratamos de descubrir cualquier rincón especial, y podemos dar fe de que los hay, y muchos. Casi todos se encuentran escondidos en los hutong. Lo mejor que se puede hacer aquí es perderse en ellos. Los hutong son viejos y estrechos callejones laberínticos formados por antiguas y destartaladas viviendas con patio que entrecruzan la ciudad y que conforman un mundo fascinante que bulle de vida. Gentes que caminan en todas direcciones, niños que corretean o patinan, grupos de ancianos sentados en círculo jugando a algún juego de mesa, multitud de bicicletas, motos y carros que se rozan pero nunca chocan, cientos de humeantes puestos callejeros  de diferentes comidas, olores para todos los gustos,  multitud de pequeños comercios, portales abiertos que dejan entrever el interior de las viviendas y de los patios, y nosotros que caminamos como encantados por la infinidad de estímulos.










Por supuesto, Beijing, ciudad de contrastes como pocas, también nos ofrece enormes áreas formadas por anchas avenidas, refinados centros comerciales y espectaculares rascacielos. La transformación que está sufriendo es brutal. Raro es encontrar una manzana en la que no se esté construyendo algún enorme edificio. Pero a la vez, la gente, sencilla y divertida, pasea en pijama por las calles al anochecer, como si de un pequeño pueblo se tratara, o toman el fresco jugando al ajedrez en cualquier esquina, o practican taichí en algún espacio abierto, ajenos al escándalo del caótico tráfico. La mezcolanza de modernidad y tradición es encantadora, la ciudad se encuentra en un momento más que interesante. 






El veloz y desenfrenado desarrollo económico contrasta también con el manifiesto estancamiento político, que, en nuestro caso, se ha evidenciado por haber estado blogqueados durante días. El gobierno impone su particular censura a muchos contenidos de internet como por ejemplo facebook o nuestro mismo blog, por considerarlos agentes contaminantes extranjeros. Por suerte conocimos a alguien que instaló un proxy en nuestro PC mediante el cual podemos acceder al blog, aunque no siempre. Publicar desde China está siendo muy complicado.
Uno de nuestros mejores descubrimientos en la ciudad han sido los centros de masaje, la mayoría especialistas en reflexología, aunque también practican terapia corporal integral. Algunos de estos centros no son muy profesionales, así que hay que buscar bien. Hemos encontrado uno cuyos trabajadores son invidentes y saben lo que se hacen. Nos viene genial para relajarnos después de patearnos la ciudad. 
La otra opción de relax es sentarse a tomar una más que aceptable cerveza pekinesa en algún viejo bar con solera, apto sólo para beber.



No podíamos estar aquí y dejar de visitar el principal punto de interés de China, la Gran Muralla. El problema es que normalmente se halla invadida por hordas de turistas, especialmente su parte más visitada y restaurada, que se encuentra en el pueblo de Badaling, y sobre todo en estas fechas, ya que durante la primera semana de octubre se celebra la fiesta nacional del país, y millones de chinos se mueven por todas partes.
Así que nos decidimos por otra opción con el objetivo de disfrutar de la muralla de una forma más íntima y tranquila. Para ello nos desplazamos al pueblo de Huanghua, a unos 60 quilómetros de Beijing. Aquí, la muralla no está abierta al público, pero puede visitarse, aunque se encuentra muy poco restaurada. La visión del infinito pasadizo de piedra serpenteando colina tras colina hasta perderse en el horizonte es verdaderamente impactante. Caminamos un buen trecho. Las subidas son agotadoras y las bajadas vertiginosas, nunca habíamos imaginado que las pendientes serían tan pronunciadas, en ocasiones casi verticales. Tras unos quilómetros, la piedra se encuentra muy maltrecha y empieza a ser intransitable y peligrosa.
Decidimos pasar la noche aquí, así que montamos la tienda en una de las atalayas. Los chinos no suelen atreverse a pernoctar en la muralla por temor a los fantasmas que, según ellos, la frecuentan. Lo cierto es que cuando anochece, el lugar se vuelve inquietante.



Kung Fu Master 

En cuanto a la gastronomía de la ciudad, podemos afirmar que es asombrosamente variada. Es fácil encontrar estilos culinarios y platos de todo el país, algunos similares a los que se pueden probar en cualquier restaurante chino europeo, y otros extrañísimos para nosotros, pero la mayoría nos resultan deliciosos. Nos ha sorprendido especialmente la abundancia de sabores picantes, en ocasiones, demasiado, pero hemos aprendido rápidamente a decir bu la (sin picante). 

Cerdo agridulce, patata hilada con guindilla y jengibre,
 pollo picante con verduras  y fideos con verduras.


Dumplings cocidos al vapor con pescado rebozado (estilo Albert)

Riquísimos dumplings al vapor rellenos de carne y verduras con soja picante


Deliciosas berenjenas y habas en salsa, picantísimos calamares
con verduras y arroz tres delicias.


Fideos con ternera y verduras, sopa de huevo y verduras,
 arroz con huevo y tomate, y cacahuetes aliñados con vinagre


Pato pekinés (en honor a Antoñito y Silvia). ¡Desproporcionado!
Al margen de lo que nosotros consideramos comida normal, hemos encontrado algunos mercados en los que se pueden degustar algunas exquisiteces un tanto discutibles, pero allá donde fueres...



Serpientes, cucarachas, cienpies, penes de foca, estrellas de mar...



Lo peor de estos días ha sido que nos hemos despedido definitivamente de Mauro y Chiara. Lo hemos pasado genial durante todo este tiempo junto a ellos y les echaremos mucho de menos. Son gente  entrañable. Ojalá volvamos a vernos.


Pero la aventura continúa. Tras ocho fantásticos días en Beijing, nuestro próximo destino será la ciudad de Ji´Nan, en la provincia de Shandong, desde donde pretendemos explorar varios lugares interesantes.
Ya os contaremos, si no nos lo impiden.

7 comentarios:

  1. NI HAO!!!
    Gracias chicos por este alucinante viaje por Beijing!!!. Es como si estuviera allí. Después de tantos días se echaban de menos vuestras crónicas!!!. Me encantan las fotos y estáis muy guapos!. Seguid así que por lo menos a mi me tenéis en vilo (en el buen sentido de la palabra). Un besote y hasta pronto! :)

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  2. /////Por fin sobrinos, noticias vuestras, aunque el sabado pude hablar con vosotros, procurar no perder mas peso pero con el tute que llevais, os veo bien de aspecto en las fotos me quedo mas tranquila.Bueno como siempre que deciros de las fotos y de las narraciones, estupendas que bien narras.Como podeis comer esos bichos tan asquerosos que valor,la muralla que vertigo.Bueno esperamos tener noticias vuestras otra vez muy pronto,BESOTESSSS FUERTES.
    La TATA

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  3. Que interesante China! Empapaos del idioma que es el futuro! Me alegro que vaya todo bien!

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  4. que fotos!! que historias!! Y sobretodo que felices se os ve!!!! Seguié vuestro blog...
    Salud!!!

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  5. ¡Que bien oíros de nuevo!

    Quina impresió veure-ho ambimatges...
    Traedme un saltamontes de esos que quiero probar!

    Ole vosaltres!

    Mmmmuuuaaaa

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  6. Ja teníem ganes de saber de vosaltres! No sé com us dóna temps d'assimilar tantes coses noves, gent, païssatges, experiències... Dóna la sensació que ha de ser molt intens i que no pareu. La ciutat de Xina sembla enorme, la muralla vertiginosa i el menjar molt variat.

    Seguiu escribint que us seguim atentament, espero que us deixin.

    Un petonàs i us trobem a faltar però contents pq es nota que ho esteu disfrutant i nosaltres amb vosaltres.

    Sou els millors!

    Muaaaaaaaaaaaaaaaaa

    Oriol i Natàlia

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  7. Nens! Em teniu enganxada al blog!!! Pel que llegeixo esteu visquen un viatge inoblidable! aixi q disfruteu-lo al màxim!!! Ja tinc ganes de llegir la proxima parada!!!

    M'alegra saber que esteu bé!

    Per cert clo se que et dec un mail xo vaig de cul, et puc dir que tot genial! En breu intentare escriure't

    Un petonet pels dos

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