Día 1. 14/09/11
La jornada empieza temprano.
Nos encontramos con Mauro, Chiara y Brett. Los cinco estamos emocionados.
En breve descubriremos la belleza de Mongolia, el remanente del basto y antiguo Imperio mongol, que en el siglo XIII y bajo el mando de Gengis Kan y sus inmediatos sucesores, conquistó toda Asia y la Rusia europea.
Nos encontramos con Mauro, Chiara y Brett. Los cinco estamos emocionados.
En breve descubriremos la belleza de Mongolia, el remanente del basto y antiguo Imperio mongol, que en el siglo XIII y bajo el mando de Gengis Kan y sus inmediatos sucesores, conquistó toda Asia y la Rusia europea.
Después de un buen desayuno y de conocer a nuestra guía, Zaya, y a nuestro conductor, Ofta, cargamos la furgoneta con tiendas, sacos, comida, y mucha agua.
Viajaremos en un vieja reliquia soviética a lo largo de más de dos mil kilómetros, durante once días, atravesando el desierto del Gobi.
El asfalto desaparece pronto una vez abandonamos Ulan Bator, y en poco tiempo nos encontramos rodeados por la verde e inabarcable estepa mongola. Nos dirigimos hacia el sur.
Flanqueados por inmensos rebaños de cabras y ovejas que pastan indiferentes a nuestra presencia, recorremos, kilómetro tras kilómetro, el tortuoso camino que nos conduce a un horizonte que se antoja inalcanzable.
Cientos de caballos galopan veloces la llanura, multitud de vacas permanecen inertes a nuestro paso y un grupo de gacelas brinca ágilmente en la distancia. Todo conforma un conjunto bello y armónico, tan sólo interrumpido por el olor a gasolina y el traqueteo ensordecedor de nuestro vehículo.
Extrañas formaciones rocosas aparecen súbitamente convirtiendo la hipnótica alfombra en un sobrecogedor paraje onírico.
Paramos a descansar, todo es silencio. Nos relajamos observando el elegante vuelo de un águila que planea describiendo círculos sobre nosotros.
Paramos a descansar, todo es silencio. Nos relajamos observando el elegante vuelo de un águila que planea describiendo círculos sobre nosotros.
Continuamos recorriendo distancias indeterminadas a través de la estepa con la extraña sensación de no saber a qué nos estamos acercando o de qué nos estamos alejando.
Mongolia tiene tres veces la superficie de España y menos de tres millones de habitantes, un millón de los cuales viven en la capital. Se trata del país con menor densidad de población de todo el planeta, de manera que se puede transitar durante días por la inmensa estepa sin ver a una sola persona.
Mongolia tiene tres veces la superficie de España y menos de tres millones de habitantes, un millón de los cuales viven en la capital. Se trata del país con menor densidad de población de todo el planeta, de manera que se puede transitar durante días por la inmensa estepa sin ver a una sola persona.
El camino serpentea junto a un conjunto de gers, las viviendas típicas de la zona, ante las cuales nos detenemos.
La temperatura exterior ha descendido considerablemente.
La temperatura exterior ha descendido considerablemente.
Siguiendo a nuestra guía, entramos en uno de los gers, donde nos recibe una mujer que aparenta unos cuarenta años, aunque de buen seguro tiene unos cuantos menos.
Invitados a degustar un cremoso y amargo yogurt casero de leche de cabra, observamos curiosos el interior de la acogedora y caliente estancia.
Se trata de una estructura circular construida con palos de madera, cubiertos por pieles de animales, que confluyen en el centro de la parte superior, dejando un hueco que permite el paso del tubo metálico que sirve de chimenea a la caldera que reposa en el centro. Una enorme lona cubre la parte exterior.
En el interior de esta estancia se desarrolla toda la vida.
En el interior de esta estancia se desarrolla toda la vida.
Rodeados de cubos que contienen productos lácteos de diferente textura y color, descansamos alrededor de la caldera que nos calienta quemando excrementos secos y sobre la que reposa una enorme olla llena de leche que nuestra anfitriona remueve enérgicamente para convertir en queso.
Para nuestra sorpresa, descubrimos un viejo televisor que se halla conectado a una antena y a una placa solar situadas en el exterior.
Un pequeño lavamanos, un sofá sin respaldo, un colorido armario de madera y varios marcos con fotos de familia, completan el interior del habitáculo. También observamos un pequeño templete repleto de iconos budistas.
El lavabo se encuentra en un cubículo de madera situado a unos cien metros de distancia. Por supuesto, se trata de un agujero en el suelo.
Dormiremos en el ger adyacente.
Paseamos alrededor de curiosas formaciones de piedra cercanas, mientras el horizonte nos ofrece un precioso atardecer que rápidamente da paso a la oscuridad y a un viento que intensifica dolorosamente el efecto del frío.
Nos introducimos en nuestros sacos y tratamos de descansar sobre unas incómodas esterillas. La temperatura dentro es agradable. Ya de madrugada nos despierta un desgarrador frío punzante y nos descubre que la caldera ha quemado todos los excrementos y ya no calienta. Así que más ropa y a encogerse.
Día 2. 15/09/11
Nos despedimos de nuestra anfitriona y de su esposo, que como toda familia nómada, no tardará mucho en trasladar sus gers y su rebaño a otra zona donde el pasto sea más abundante, y regresarán aquí el próximo verano cuando la hierba haya vuelto a crecer.
Continuamos nuestro camino hacia el sur, a través de la verde pradera salpicada de animales y de gers solitarios.
Cada muchos kilómetros atravesamos alguna pequeña villa inesperada y algún pequeño cementerio cuyas tumbas se encuentran marcadas por piedras.
Hemos conocido que los bebés que fallecen al nacer son arrojados desde algún vehículo sobre algún lugar indeterminado de la estepa con el propósito de ignorar donde se encuentra el cadáver. Las personas que se suicidan, no son enterradas como el resto, si no que son depositadas sobre la hierba. Consideran que su alma es pura si los animales las devoran rápidamente. Si por el contrario, los cuerpos permanecen largo tiempo en la estepa, infieren que el alma no es bondadosa.
Empezamos a vislumbrar indicios de un cambio paulatino en la orografía del paisaje. Estamos entrando en el Gobi.
El verde herbáceo empieza a ser invadido por el marrón arenoso, perdiendo su armónica continuidad. Aparecen guijarros y multitud de arbustos bajos. El terreno, cada vez más seco y árido, empieza a percibirse hostil.
El verde herbáceo empieza a ser invadido por el marrón arenoso, perdiendo su armónica continuidad. Aparecen guijarros y multitud de arbustos bajos. El terreno, cada vez más seco y árido, empieza a percibirse hostil.
Ya apenas vemos animales. Las vacas, cabras, ovejas y caballos, dan paso a unos cuantos camellos, buitres y lagartos.
Lo único que no cambia es el horizonte infinito.
Realizamos una parada en una zona formada por una consecución fascinante de abismos de extrañas y erosionadas formas, que recuerdan la antigua presencia del océano. Desde aquí, los bolcheviques arrojaban al vacío a los monjes budistas mongoles durante las purgas estalinistas de los años treinta.
Dunas de arena rojiza en la parte inferior conforman un paisaje de aspecto marciano.
Dunas de arena rojiza en la parte inferior conforman un paisaje de aspecto marciano.
Llegamos al lugar donde pasaremos la noche, un nuevo conjunto de gers. En esta ocasión, la familia posee un gran número de camellos y nos invita a degustar su leche recién ordeñada.
La probamos ante la atenta mirada de una anciana de aspecto centenario. Su sabor es fuerte y preferimos no repetir.
La inmensa planicie permite observar como el sol se pone por un lado mientras que, simultáneamente, la inmensa luna llena emerge por el otro.
Cautivados por el jugueteo de estrellas fugaces, percibimos como un silencio sobrecogedor invade la noche.
Cautivados por el jugueteo de estrellas fugaces, percibimos como un silencio sobrecogedor invade la noche.
Tras jugar unas partidas de cartas y calentarnos con unos tragos de vodka, nos vamos a dormir.
Día 3. 16/09/11
Nos despiertan los primeros rayos de sol que se filtran a través de la vieja madera de la puerta de nuestro ger.
A pesar del intenso frío de la mañana, quitarse la ropa y exponer la piel al sol produce una sensación cálida y agradable.
Continuamos el camino.
El horizonte empieza a insinuar unas casi imperceptibles montañas hacia las que nos dirigimos a toda velocidad, sorprendidos por la resistencia de nuestra furgoneta, que no para de brincar.
Con el paso de las horas, las montañas deciden mostrarse gigantes e imponentes, coronadas por bellos picos nevados e impresionantes crestas escarpadas.
Las atravesamos a pie, siguiendo el cauce de un riachuelo casi helado que fluye a través de un estrecho cañón cuyas paredes se elevan bruscamente, impidiendo el paso de los últimos rayos de sol del día.
El intenso frío que ha estado amenazando, golpea ya con fuerza, lo que nos disuade de dormir en nuestras tiendas, y ya anocheciendo, decidimos pernoctar en un ger que aparece providencial.
Día 4. 17/09/11
Por la mañana, el sol radiante nos calienta rápidamente, contrastando con el violento frío de la noche.
Nos ponemos en marcha y tras recorrer varios kilómetros alcanzamos un espectacular barranco de fascinantes formas que rompe drásticamente con la eterna continuidad del paisaje.
Lo recorremos a pie hasta vernos de nuevo envueltos por la inescrutable planicie.
Ahora caminamos bajo un sol abrasador, a través de la monotonía de un escenario plano y pedregoso, que sólo se ve alterado por la presencia sistemática de esqueletos de animales que revelan la naturaleza hostil del entorno.
La sensación de desasosiego que produce la inquietante ausencia de referencias visuales es espeluznante.
Por fin llegamos al lugar donde dormiremos.
El tiempo transcurre lentamente en el desierto y hay que buscar entretenimiento.
Tras recoger todo tipo de excrementos que servirán de combustible a la caldera de nuestro ger, nos sentamos a cenar. Tocan dumpligs, típicas empanadillas rellenas de carne, en esta ocasión, de camello.
Al anochecer, vuelve a cambiar radicalmente la temperatura. Toca abrigarse.
Zaya nos enseña a preparar dumplings. |
Días 5 y 6. 18-19/09/11
Continuamos acumulando kilómetros, ésta vez, a través de un terreno montañoso cubierto de un verde que no veíamos desde hacía días.
En el Gobi hay dos cosas que cambian súbita y radicalmente, la orografía y la temperatura.
Una vez dejamos atrás las montañas, nos encontramos de nuevo con un terreno árido y pedregoso, salpicado de matorrales bajos y repleto de desniveles, que convierten el trayecto en una tortura.
Después de superar uno de los desniveles, quedamos perplejos al observar en la distancia una enorme masa blanca inidentificable. Nos parecen nubes bajas, pero nuestra guía corrige el error. Por fin teníamos ante nuestros ojos lo que tanto ansiábamos ver, el Gobi de arena. De nuevo éramos espectadores de un cambio radical en el paisaje, sin duda, el más espectacular.
Imponentes dunas de arena blanca aparecían repentinamente cual espejismos.
Pasamos la noche cerca, en un campamento de gers en el que fuimos invitados a esnifar tabaco y a beber leche de camello.
Por la mañana y tras un curso acelerado, montamos en enormes camellos y nos adentramos en la tierra de nadie.
Nuestros animales, cuyo aliento apesta, no son muy confortables, y después de unas horas, los traseros empiezan a resentirse.
Nos aventuramos a pie al interior de la inmensa masa arenosa para experimentar la sensación de caminar sobre las enormes dunas.
A los pocos minutos, ya podemos dar fe del gran desgaste físico que implica desplazarse sobre esta superficie.
Abrasados por el despiadado sol, caminamos con la mirada puesta en la inmaculada arena blanca, cuya uniformidad sólo se ve alterada por el curioso dibujo que describe el rastro de los escarabajos al desplazarse.
La percepción de la distancia es totalmente subjetiva.
La percepción de la distancia es totalmente subjetiva.
Tratar de ascender las gigantes dunas resulta agotador y necesitamos beber agua constantemente.
Es difícil concebir que tan sublime belleza genere semejante hostilidad.
Queda claro que nosotros, aquí, estamos de más.
Día 7. 20/09/11
Desde hoy ponemos rumbo norte, de nuevo hacia Ulan Bator, aunque siguiendo una ruta diferente a la que nos trajo hasta aquí.
El día ha sido duro y aburrido, tras más de 300 insufribles kilómetros sin bajar de la furgoneta, que además a empezado a tener problemas mecánicos, algo que en mitad del desierto del Gobi resulta, cuanto menos, inquietante.
Esta noche el frío es más feroz que nunca. Después de cenar una reconfortante sopa de arroz hirviendo, Ofta, nuestro conductor, decide montar una especie de lámpara que emite luces psicodélicas y poner música dance en la furgoneta. La imagen de una rave improvisada en mitad de la estepa resulta dantesca, pero tras dos horas bailando, el frío deja de doler.
Brett y Ofta se calientan practicando lucha libre, el deporte nacional de Mongolia, junto con el tiro con arco y las carreras de caballos.
Días 8 y 9. 21-22/09/11
Nos despertamos temprano.
Sorprendentemente no hemos pasado mucho frío dentro de la tienda.
Sorprendentemente no hemos pasado mucho frío dentro de la tienda.
Silencio sepulcral. Abrimos la cremallera y se escapa una sonrisa. Sol radiante, cielo azul y verde infinito.
Nos dirigimos a una pequeña villa perdida en mitad de la estepa. Allí nos despedimos de Mauro y Chiara, que viajaran directos a Ulan Bator. Después de tantos días juntos, no podemos ocultar la tristeza por separarnos, pero, si todo va bien, nos reencontraremos en Pekín.
Aprovechamos la parada en el pueblo para darnos unas deseadas duchas, algo que aquí es todo un lujo.
Continuamos la ruta.
Continuamos la ruta.
Nos adentramos en el entorno más hermoso que hemos contemplado hasta el momento. De repente, nos rodean montañas verdes y ríos que serpentean.
Por fin alcanzamos el lugar donde pasaremos dos días. Un enclave de ensueño situado en una pradera rodeada de montañas a orillas de un caudaloso río.
La familia que nos acoge posee una gran cantidad de cabezas de ganado que se alimentan del abundante pasto que rodea los gers. Tienen dos niños pequeños que corretean todo el día sobre la hierba divirtiéndose con los animales. Sus pieles asperas y abrasadas rebelan la dureza del clima.
Nos invitan a beber leche de yak.
La noche es muy fría y además tenemos la compañía de tres ratones que no paran de corretear por el suelo del ger y nos despiertan constantemente.
Por la mañana montamos los caballos de la familia.
Cabalgamos la extensa llanura con la mirada puesta en el infinito y disfrutando de la calma absoluta que envuelve este entorno.
Seguimos el río, que tras un largo trecho nos obsequia con la impresionante visión de una espectacular cascada.
Cabalgamos la extensa llanura con la mirada puesta en el infinito y disfrutando de la calma absoluta que envuelve este entorno.
Seguimos el río, que tras un largo trecho nos obsequia con la impresionante visión de una espectacular cascada.
Pasamos la tarde jugando con los peques y observando las tareas que conforman la rutina diaria de la familia.
El día de hoy será difícil de olvidar.
Toca ordeñar los yaks. |
A vender un par de cabras. |
Por la noche nos acostamos temprano. Estamos cansados y doloridos.
Los ratones han vuelto.
Día 10-11. 23-24/09/11
Encaramos la recta final de nuestra andadura por tierras mongolas.
Nos sentimos enormemente felices por las experiencias vividas, aunque algo cansados a estas alturas. Muchos días sin poder descansar sobre una cama y, sobretodo, muchos inconfortables kilómetros recorridos.
Precisamente hoy, ha sido uno de esos días que transcurren sin bajar de la furgoneta, exceptuando una breve parada para visitar Karakorum, la antigua capital de Mongolia.
En el último ger en el que dormiremos, nos reciben invitándonos a probar una amarga leche de caballo fermentada. Aquí termina la degustación de lácteos de la tierra.
Por la mañana partimos temprano hacia Ulan Bator, de donde nos separan todavía 280 kilómetros.
Afortunadamente, la mayor parte del trayecto transcurre sobre una carretera semiasfaltada.
Tenemos ganas de llegar a nuestro hostel, donde podremos sentarnos en un lavabo, ducharnos, lavar ropa y, sobretodo, explicaros todo esta experiencia.
Mañana abandonaremos Mongolia y pondremos rumbo a China. Viajaremos a Pekín durante 36 horas en tren y en bus.
¿Nos vemos allí?